Un vagón que parece de principios de siglo XX. Es asombroso que aún
funcionen estos trenes, hay clavos oxidados y mal puestos, tal vez unas
cuantas barras dobladas, por lo demás el tiempo parece congelado en
1953.
Cruzando la habana me doy cuenta de que extraño muchas cosas del viejo
pueblo en el que crecí, claro que nunca volvería allí, sin embargo, cada
vez veo más en este lugar algo que me lo puede hacer recordar,
especialmente el tren, los rieles y algunos días soleados, ese calor
que me hace derretir el sentido del humor hasta convertirlo en una masa
pegajosa y amarga en el piso, y claro, ese largo trayecto en el
horizonte que sólo se veía caña durante horas; he huido de cada uno de
los lugares en los que he estado, de cada una de las personas que conocí
y tengo la firmeza de que seguiré huyendo de todas las que conoceré.
Es una nostalgia que viene del futuro lo que me invade hoy, del moho que
aún no corroe los metales, de luciérnagas que aun no han sido
modificadas por los ingenieros biológicos, la nieve al parecer se demora
en llegar al sur, pero confío, para desgracia de todos, que llegará.
En la estación del tren me espera el ultimo trabajo aquí, un trabajo del
que no tengo otra opción mas que efectuarlo; esta isla se está
volviendo muy importante demasiado rápido, el “progreso” se siente en
cada esquina de esta capital que desempolva sus complejos con tantísimo
gusto, hace cuatro años era todavía... ese lugar al que nunca pensé que
vendría.
Seguramente pronto este viejo tren será reemplazado por alguno de esos
trenes bala, esos de los que dicen dan glamour a un país; pero este país
no necesita mas glamour, su glamour esta en las guitarras y en este
tren que aún se conserva como si se tratara de una cápsula congelada en
el tiempo.
Lili me espera, en sus manos una maleta, es una mulata de buen cuerpo y
con cara de pocos amigos, la había visto antes, en mi anterior estadía
aquí en La Habana, antes de ir a santiago de cuba y luego a guantanamo.
Hace siete años, antes de que la guerra empezara, no solía huir a
lugares tan apartados del cordón umbilical, sé que no estaba allí en
esos momentos, sólo necesitaba un golpe de suerte para perseguir lo que
había perdido al nacer, tal vez ...y tal vez ese golpe de suerte fue la
guerra.
No vi morir a mi familia.... alguien con quien nunca pensé encontrarme
en el puerto de Paramaribo me lo contó, no se que hacia allí este
sujeto ni como llegó, yo había abordado en Maracaibo, el mismo barco en
el que nos dirigíamos a Brasil. Fue un duro viaje, pocos cigarrillos,
muchos enfermos afectados por la radiación de la explosión y muchas
duras historias, Santos era nuestro destino, casi todos allí eramos
refugiados que dábamos la espalda a la masiva ira que se desarrollaba
entre más de dos naciones, el barco que ondeaba la bandera de la cruz
roja, era de una misión humanitaria; no se esperan muchas comodidades en
una situación como esa, las malas noticias ya no me afectaban, ya me
había sentido todo lo mal que iba a sentirme, los viejos amores se
alejaban y morían las rutinas, tal vez podría tomarlo como una venganza
contra aquellos que odié...pero no solía odiar mucho, es increíble el
placer que se puede sentir al saber que empiezas a fumarte el ultimo
cigarro en un viaje que apenas va en la mitad, luego la desesperación es
igual de increíble.
Tuve que abandonar Venezuela en estos tiempos allí no se esta seguro,
además disfruto mucho de los porros y la coca, y allá son muy severos
con este tema; por razones como esa nunca pensé que terminaría en cuba,
la verdad es que también había constantes ataques en esa tierra cerca de
donde me encontraba, sin embargo estaba acostumbrado al miedo que los
“venecos” apenas empezaron a sentir...ellos nunca alcanzaron a imaginar
la caja de pandora que pretendían abrir.
Cuando llegué a Venezuela el gobierno me tenía subsidiado, la
desconfianza hacia nosotros era general, solo tenia que trabajar en una
división del gobierno en el que se era ingeniero en la parte de
propaganda informática....yo lo único que deseaba era estar lejos del
frente de batalla y de esa jaula licuadora de gente, un millón
trecientos kilómetros cuadrados de sadismo fratricida. Allí pocos
amigos; halle la comida nada buena, no podía consumir tan a menudo los
narcóticos que tanto disfrutaba, esos que me alejaban de la realidad más
oscura que siempre se avecinaba; reviví la vieja costumbre de ir a los
parques a mirar gente, solo, a veces conversaba con otros, amigos
pasajeros tampoco quería tener amigos la verdad.
La cosa se puso fea en el momento que llegaron noticias de la bomba, aun
no esclarecen muy bien quién la lanzó, todos se devuelven la pelota,
una bomba atómica en una frontera no deja muy claras las
intenciones...los estados unidos ya no son lo que solían ser incluso
temo a su barbarie acumulada, en tantos años de evitar un incidente como
este no sé cómo me toca estar tan relativamente cerca de una explosión,
las cosas están feas aquí en América, en la América de abajo, aunque al
parecer en Europa y Asia podrían estar peores...sí, siempre las cosas
podrían estar peor.
Mi país ya no tiene nombre, unos dicen que por eso es la guerra, por el
nombre, otros hablan que todo se trata sobre los pozos petroleros
encontrados en una zona codiciada históricamente por los “bolivarianos”,
bueno eso ya a nadie importara, pues las cosas se salieron de las manos
y dudo mucho que se encuentre utilidad a lo que queda de ese
territorio.
La vida era muy sencilla cuando vivía en las verdes montañas, nada
comparado con el oscuro mundo de las ciudades de verdad, de las montañas
de hormigón que levantan sus propias sombras sobre sí mismas.
Fue en un parque donde la conocí, ese lugar era un oasis, un par de
argentinos “animaban” el lugar, uno tocaba el bandoneón mientras el otro
muy bien entonado cantaba una canción que no reconocí; la luz del sol
por entre los árboles los delineaba en finas sombras de un medio día
intenso, un verdor casi fantástico, no se ni como empezamos a conversar
ni porque empezamos a bromear sobre cocinar un gordo de cachetes
colorados, y frente sudorosa que pasaba por allí; le agrade y ella a
mi, pero al parecer no bromeaba con su receta, la sangre le daba un
toque excitante a esa hermosa niña, su acento brasileño la hacia parecer
inofensiva: una vez la vi matar un gato que entró por la ventana
mientras follábamos, el pobre infeliz hizo caer un reloj de cuerda;
tengo cierto animo sádico en este caso, pero ella más, después de todo
uno no tiene tanto problema al ser voyeur, cuando una mujer hermosa y
desnuda, desnuca un lindo gatito.
Mi trabajo consistía en aplicar fuerza bruta en las redes seguras de los
bancos, hacia la transacción y teníamos dinero “limpio”, me sentía
apoyado por Anna la hermosa sádica de los cuchillos, también estaba
Rodrigo un sujeto robusto al cual contactábamos para casos muy
especiales, como este, todo trata de ser muy sigiloso y aunque armados
sabíamos que si nos encontraban nos jodíamos, Rodrigo nos ayudaba con su
especialidad, ubicaba unos dispositivos repetidores de señal entre la
parte mas central al interior del banco y nosotros dos.
Solíamos dar estos golpes aproximadamente cada mes o mes y medio, sin
ser muy tendenciosos, ella lo llamaba comunismo indirecto, por que así
“redistribuimos” las riquezas sin necesidad de intermediarios, claro que
nuestro estilo de vida no era tan comunista luego terminábamos la
“transacción”, un buen apartamento en el centro en tiempos difíciles,
dormir hasta tarde y luego buscar una esas dichosas fiestas brasileñas
donde te puedes encontrar de todo; la coca no es tan buena y viene de
Bolivia, la marihuana si era de la mejor, y no venia desde tan lejos.
No vivíamos juntos
Antes de salir de mis fronteras tuve que pasar la difícil prueba que me
puso un nada ortodoxo “uniformado”, lo morboso del asunto es que los que
deseáramos salir de allí con vida debíamos comer carne de los que
habían acabado de morir, nada mas para su entretenimiento, la condición
era que no debíamos vomitar o hacer gesto de desagrado alguno; cortaba
unos con motosierra y a otros con el cuchillo, se servían y comían como
quien toma una fresa y se la lleva a la boca. Los que estábamos allí
prisioneros nos mirábamos excépticos. Para mi gusto fueron bastantes los
que prefirieron la muerte a saborear un nuevo tipo de plato; les caí en
gracia: dado que las cosas no podían estar peor hice bromas sobre la
comida, incluso me asaron un poco de carne, mientras mis compañeros de
tragedia lloraban o vomitaban, sólo dos, de mas o menos quince personas
que habíamos allí, sobrevivimos ese día; sin más nos dijeron a Eduardo y
a mi que si nos volvíamos a tropezar con ellos no volveríamos a tener
una oportunidad como esa, y que podíamos ver que ellos cumplían su
palabra.
Caminando por entre la jungla mi única conclusión del asunto es que la
gente tiene muchos escrúpulos para la comida, Eduardo en cambio parecía
caminando solo a pesar de que trate de dirigirle la palabra en varias
ocasiones, su mirada se había vuelto aun mas oscura, y el ya no parecía
andar a mi lado, ciertamente no sé qué fue lo que en aquel momento
cambio en la cabeza del pobre, pero sí sé que nunca conocí al verdadero
Eduardo, al final, sólo sentía su desprecio; parece que lo que mas le
enfermaba era mi naturalidad, ya que aunque estuve agitado, y cómo no
estarlo, no quise hacer un drama pues me alegraba mucho estar vivo, pero
parece que no fue suficiente para él...tampoco tuve que argumentarle
nada, él ya había construido un concepto sobre mí en el que yo era un
monstruo peor que él, a pesar de que fue la misma acción la que nos
salvo a ambos.
Estábamos allí listos para dar uno de nuestro acostumbrados golpes al
banco do Brasil, el primero en la lista este mes; nuestra lista estaba
basada en errores de seguridad informáticos que hayamos en distintas
visitas de reconocimiento al escanear el sector, o sólo con una mirada
encontrábamos nuestro bolsillo abierto de felicidades; pero esta vez
debimos ir al citibank; unos grotescos asaltantes, tal vez llevados por
el hambre y la desesperación o simplemente por la estupidez, minaron el
banco y caí en una explosión: perdí un ojo.
Ella desapareció.
En Bolivia fui perseguido por la Milicia Interlatina, una organización
de los distintos estados latinos, aunque también parece que tenia
jurisdicción en China y Rusia.
La verdad no se por que luché tanto para que finalmente me atraparan,
con la operación he recuperado la vista en mi ojo derecho y bueno, se
han tomado la molestia de hacerme algunas mejoras...entrar a internet
sin muchos aparatos es algo que muchos de mis compañeros de universidad
hubieran deseado... más si es es gratis, pero bueno, no debo soñar
porque gratis no ha sido, tampoco han sido totalmente amables conmigo, y
desde que puedo caminar, solo he recibido empujones e insultos, aunque
hoy me han traído a un comedor limpio, y han traído platos valga decirlo
limpios, con comida al parecer de un muy buen restaurante, todo por que
por fin se han dignado proponerme un trabajo, dicen que así pagaré mis
robos...y la operación...pero se supone que son socialistas no debería
pagar nada.
Ahora se supone que me van a entrenar...yo nunca tuve disciplina y estos
militares me quieren entrenar...debo confesar que mis talentos
empezaron a aflorar en las crisis al ser la única vía para sobrevivir,
me di cuenta que sabía mas de lo que creía, pero ahora me tienen
marchando como militar... como el perro que nunca quise ser, ni siquiera
en mi país.
He sabido ser un perdedor, aunque en este momento es el éxito, un ambiguo y nunca ansiado éxito y respeto.
Gentes con chaquetas de cuero al estilo de esas fusiones metaleras de
los 80s, andan por la distopía, galantes, alardeando sus aun acabadas de
estrenar pero arcaicas armas largas.
Los piratas africanos boicotean todo ultimamente.
Ella misma se arranca las alas, su juventud se desvanecerá
no tengo sueño solo me duele el estomago
la vida en canada después de invasión a miami.
las cenizas viajeras de un hombre que murió, hacker, bebedor, revolucionario latino, bohemio, caníbal.
El que desperdicia luego codicia
la vida es para los vivos
ojos bonicos.
El inconveniente de existir
ucronía